Toni Martín

21 de diciembre, 2012
Artículo indiespensable
Indiespensable
El síndrome de Newell

Quien use frecuentemente Steam probablemente sufra de un nuevo mal que azota a los jugadores peceros. Docenas, treintenas de juegos, jueguecitos y juegazos que nos envuelven en una vorágine consumista a la que nos vemos arrastrados por las ofertas y bundles en general. Eso en un principio está bien, pues pone en evidencia un auténtico logro: conseguir que los jugadores dispongan de una gran colección de juegos virtuales y adquiridos de manera legal, algo nunca visto para gran parte de los usuarios más veteranos.

Cada vez salen más juegos y tenemos menos tiempo, pero allí, criogenizados en la biblioteca, no molestan. Más ofertas, más compras, y más juegos que quedan inexorablemente pendientes de revisión. Gabe Newell y sus compinches han conseguido que creamos necesitar toda esa ingente cantidad de títulos. En algún momento podremos jugar al Delve Deeper (Lunar Giant Studios, 2010), darle una oportunidad a The Misadventures of P.B. Winterbottom (The Odd Gentlemen, 2010) o decidirme a probar de una vez el Rochard (Recoil Games, 2011). El problema es que la lista no deja de crecer, permanentemente nutrida con esos juegos que nos llaman la atención pero a los que actualmente no podemos —o no queremos— jugar. Y al mismo tiempo el mundo sigue girando, los deberes se acumulan, y tan pronto conseguimos algo de tiempo libre para degustar algunos de los gran reserva, resulta que acabamos optando por otra novedad que en ese momento nos encandila con un bonito trailer. En ese preciso momento, uno se para a pensar y toma conciencia de que jamás va a poder jugar a todo.

Es hora de levantarse de la silla y bramar a los cuatros vientos de que sufrimos de un moderno y tendencioso síndrome; el síndrome de Newell. Ser consciente del problema es el primer paso. Tenemos las claves para superarlo, y además somos muchos los afectados, por lo que podremos encontrar apoyo fácilmente. Reconoceremos a los compañeros de terapia por la membresía habitual en la lista de «compras recientes» de la pantalla principal de Steam. La primera medida a tomar es huir de los packs indies, sobre todo de los Humble Bundle, usualmente tachados de adictivos de clase A. No se debe cortar por lo sano, así que podemos ojear tranquilamente los juegos incluidos, tarjeta de crédito lejos de nuestro alcance. Se acabó el comprar porque «me hace gracia ese juego» o bien porque «es que por un euro mira todo lo que me llevo». Hay que preguntarse simplemente si te apetece jugar a ese juego en ese momento. Comprar para jugar en el futuro es el error que venimos cometiendo hasta ahora, ya que es probable que lo probemos unos minutos y sea almacenado en el disco duro para la posteridad (o hasta un improvisado formateo).

Una oferta no tiene por qué ser buena en sí misma. Comprar un clásico en GOG por estar a dos duros alegando simple morriña es sencillamente tirar el dinero. Nos debemos asegurar de que vamos a jugarlo. Tener una colección de clásicos vírgenes en la estantería virtual sólo la convierte en un álbum ilustrado de nuestra vida, pero para ello hay una solución más barata. La imagen de una estantería vacía en photobucket, unas carátulas de nuestros juegos preferidos de todos los tiempos y un cutremontaje con el mismo Paint provocará ríos de lágrimas nostálgicas. ¿Para qué comprar un juego recién salido cuando probablemente en un mes valga la mitad o venga en algún pack casi de regalo? Pues para poder disfrutarlo cuando y cómo realmente nos apetece. Con algunas excepciones, cuando tengamos nuestro objetivo a la vista, existirán otras novedades que nos motivarán de nuevo, cayendo en una tormentosa espiral de deseos inconclusos.

Para disfrutar plenamente debemos aprovechar el momento de calentón. Las ofertas deben servir para esperar un juego que sabemos que nos va a gustar pase un mes o cinco. Pero esos casos puntuales no deben confundirse con el resto de juegos que nos llaman la atención. Abrir la biblioteca de Steam antes de comprar es una buena forma de evitar caer en la tentación. Contemplar unos minutos la interminable lista y ver algunos títulos que ni recordábamos tener es el mejor baño de cruda (y cara) realidad. Ya basta de llenar la biblioteca de juegos a los que nunca jugaremos, de esos títulos extra de los bundles que nadie quiere, de esas ofertas locas que poseen a nuestro dedo de clickar y esa imperiosa necesidad de jugarlo todo. Me quiero curar. Newell, te odio.

Acerca de Toni Martín


Commodoriano de toda la vida, me crié con un C64 y crecí con un Amiga 500 hasta la llegada de las consolas de 16

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