12 de abril, 2013
Artículo indiespensable
Indiespensable
Pixel interruptus, debate sobre el pixel art

Si hay algo que gusta en el mundo de los videojuegos son, sin duda alguna, los debates. Debate sobre si el videojuego es arte, debate a favor o en contra de lo retro, opiniones sobre consolas como enemigo eterno del PC, debate sobre si se hacen muchos o pocos debates o, el más cristalino de todos, «ese agua tampoco se veía tan bien a 1920 x 1080 píxeles…». Los indie, como jugadores que somos, amamos los debates; somos los encargados más directos de decir si el pixel art es una seña identificativa del videojuego alternativo o por el contrario, un estilo visual ya asentado en la cultura popular gracias al ocio interactivo. Aquí chorrean píxeles: abrid el debate, o lanzadnos piedras. Por raritos.

Sergio Ochoa

El manifiesto del jugón

Por Mariela González ‘Scullywen’

Dicen que la juventud es una enfermedad que se cura con el tiempo. Yo no estoy tan de acuerdo. Creo que vivimos una época en la que la juventud continúa vigilando nuestra espalda, dando toquecitos en nuestro hombro para que miremos atrás y escondiéndose de forma ladina tras hacerlo. Y así vivimos, intentando encontrar su sombra, rebuscando en el cajón hasta hallar esos cromos de Bollycao que creíamos perdido o esos tazos ahora descoloridos por el aliento del tiempo.

El pixel art es, ante todo, un manifiesto, una proclama de ese jugón de nostalgia irredenta. Tal vez una reacción frente al realismo que impera en el videojuego, ése que parece tomarse muchas veces como una marca de calidad y que lo que hace otras tantas es esconder otros defectos que antes se pulían mucho más. Pero tiene otra cara complementaria, y es que es un cauce expresivo. Como cualquier otra elección gráfica, debe utilizarse sabiamente, entendiendo las connotaciones, las sensaciones o la implicación que va a provocar en el jugador. Y es aquí donde numerosos juegos hacen aguas. Esto se olvida con facilidad, o eso parece. Vemos títulos donde el pixel art no aporta absolutamente nada en este aspecto, y ahí está el error. El pintor que escoge un pincel determinado sabe por qué lo hace. El publicista que elige una tipografía es consciente de lo que subyace en ella.

El uso del pixel art a rebufo de la moda, o tan sólo amparándose en esa nostalgia, tiene su peligro. Ahí puede encontrarse la dejadez, el esconder carencias creativas tras la sombra de una tendencia al alza, cada vez más masiva. Y esto puede ocasionar una saturación que acabe haciendo explotar la burbuja. Cada discurso tiene un medio adecuado, cada autor tiene una forma de expresión propia. Olvidémonos de ese ansia por recuperar el pasado a toda costa, aunque no encaje con lo que queremos decir.

El píxel como mínima expresión del arte gráfico

Por Jesús López ‘Alex Súbaru’

Al igual que un pintor elige entre expresar su arte mediante acuarela o acrílico, el desarrollador elije entre el estilo pixel-art o el realismo más puro con la última herramienta de Crytek. El píxel como mínima expresión del arte gráfico es la sencillez para el joven creador o el veterano que quiere enfocarse en otro aspecto más importante de su creación como el caso de VVVVV o Hotline Miami, aunque también puede ser una parte importante por obligación de la situación de la escena como Retro City Rampage.

No cabe duda que el píxel juega con nuestros sentimientos —al menos para los que aún pensamos que somos adolescentes— pero ya hace décadas que podemos comprar alcohol sin necesidad de enseñar el D.N.I. Sin embargo, el cuadradito pintado más importante y el cual debemos de aplaudir es aquel que junto a sus hermanos hacen una imagen bella, o el que con unas cuantas líneas de puntos podemos imaginar el mejor paisaje. Porque el gran artista del píxel es aquel que con una sola paleta de colores nos hace imaginar un mundo entero, y si no que le pregunten a aquellos que al meter el cassette en el Spectrum no veían lo que hoy en día podría ser un dibujo más de su hijo sino un cuadro que exponer en El Prado.

Aunque también el píxel puede ser un aliado perfecto del polígono, sin esta combinación no tendríamos un Minecraft, y Terraria contaría con un serio competidor.

La excusa perfecta

Por Sergio Ochoa

No diga «limitaciones técnicas informáticas», diga «retro» o en su defecto «pixel art». Esta máxima, que en la escena underground sobrepasa el límite día sí, día también. No parece importar a los jugones: ya todo es un pixel gordo. He mirado hacia abajo, y hasta mis cojones son píxeles gordos. «Old school» que lo llaman algunos —donde me incluyo, por cierto—. Aunque suena cool, no lo dudo.

Pero nada más lejos. Nos están acostumbrando a que nos agitemos felizmente como una peonza al ver cualquier cosa con poca definición y colores muy fuertes. Un tema muy after punk, desde luego. Y ya empiezo a dudar si hay predisposición por parte de los desarrolladores a arriesgar horas y horas de bocetos frente a caminar sobre seguro: el pixel art. Los diseñadores de videojuegos, expertos en la disciplina de las bellas artes la gran mayoría de ellos, se están equivocando de lección: la técnica de moldear píxeles no debería usarse a favor como una moda con el fin de llegar a un público más anclado en el pasado que en el presente. El verdadero y único dictado del pixel art es que debería ser un fin estético, una tendencia artística y visual, pero que en la medida de lo posible, también transmita al juego el soberano concepto de añejo acompañado de mecánicas clásicas para así calar de lleno en el jugón —el ahora llamado hardcore gamer—, el más franco amigo de lo retro.

Ahí lo quedo, pero vayan ustedes con los píxeles bajos de resolución a los superventas indies y comprobemos cuántos se erigen por esta premisa. Alabemos los píxeles gordos de Limbo, Machinarium, Bastion, Super Meay Boy o Braid. Pido perdón; ninguno de ellos tiene. Ni falta les hace aunque haya otros a los que sí. Era ironía tan sólo. No me vengan con la excusa de que lo indie es sinónimo de estética pixelada.

Con un píxel a la espalda, como los trileros

Por Eduardo Garabito ‘Johnny Darko’

Quizás lo más importante que cabe preguntar cuando hablamos de pixel art sea el porqué y el cómo. La tan extendida escasez de medios en lo indie obliga a hacer malabarismos con las herramientas disponibles, y no en vano ese peculiar sello pixelado queda a veces en poco más que una imposición, un recurso por imperativo técnico del que uno difícilmente puede zafarse. Tamizando convenientemente a los que realmente desean asentar su creación en el minimalismo del pixelazo, el resto de llaneros solitarios del coding han de aceptar esas imposiciones técnicas de la mejor manera posible. Esto es —suele ser— tirando con más o menos fortuna del pixel art.

Lo cual no significa que este tipo de presentación pueda ser la mejor aliada de un factor decisivo llamado nostalgia. Buena parte de la producción independiente opta por evitar artificios voluntariamente en pos de perseguir ese recuerdo, un dulce estigma que trae de vuelta las sensaciones de otros tiempos mejores (con razón o sin ella) y permanece en muchos jugadores actuales, hastiados de las producciones en serie que caracterizan la masificada industria del videojuego actual. El píxel puede ser arte o desgana, vocación o pereza, pasión o desafección. El principio y el fin de los videojuegos, y a saber quién demonios puede reconocer, con cierta autoridad, el porqué.

El pixel art es impepinable

Por Ruber Eaglenest

Pueden no gustarte los juegos pixelados, pero esto no impide que sea una herramienta de expresión artística válida. Es el equivalente al Impresionismo o el Puntillismo. Es Impresionismo para computadoras. Esto no es perezoso:

El pixel art, al igual que el chiptune, se ha elevado por encima de los videojuegos. Tal es así que según la Wikipedia, «el pixel art es una forma de arte digital». No es que sea yo muy fan de ese gran compendio de casi verdades pero tiene razón, no sólo es arte, sino que es sublime. Esto es algo nunca antes visto, tanto el pixel art como el chiptune son una aportación clara y tangible de los videojuegos a la cultura popular. Más importante, ambos medios de expresión validan y legitimizan por ende a los videojuegos como medio de expresión artística. Es un argumento impepinable.

Y con el pixel hemos topado

Por Jose Pérez ‘Locke’

Hay que reconocerlo, nos hemos acostumbrados demasiado. Para bien o para mal, el pixel art forma ya parte de nuestra vida como jugones (e incluso para los no jugones). Ahora, debido a la avalancha de juegos que hacen uso de esta técnica, nos preguntamos si es tan necesario como parece o si en el fondo, perjudica más que beneficia. El debate está sobre la mesa, pero no seamos inocentes, se busca vender un producto y cualquier influencia sobre nuestro nostálgico corazón es buena para tal efecto, aunque ello conlleve saturarnos píxel a píxel.

Una vez colapsada la vía emocional, nuestra parte más racional entra en acción para advertirnos que nos la están colando bien a gusto mientras miramos ensimismados multitud de pequeños y coloridos cuadrados. Que nos presentan lo mismo una y otra vez o que nos venden pobres formatos con la excusa de revivir tiempos pretéritos. No es raro entonces encontrar tal división de opiniones a favor o en contra. Sin embargo, es la parte racional de nosotros la que a su vez intenta darnos la solución: ¿debería desaparecer? Reconozcámoslo, y manteniendo un punto de vista artístico, podemos encontrar gráficos pixelados tan bellos como en cualquier juego de última generación. La elección entre píxel y realidad cae de nuestro lado, a sabiendas que la reproducción de la realidad por métodos tan primarios siempre nos ha llamado poderosamente la atención, quizás por nostalgia, quizás por el asombro ante un trabajo tan minucioso y detallado.

Como decíamos, nos hemos acostumbrado demasiado y la rutina muchas veces nos impide valorar lo que tenemos delante. Puede que haya demasiados juego abusando de esta técnica, pero el tiempo los acaba poniendo a todos en su sitio. Queramos o no, el pixel art continuará estando entre nosotros mucho tiempo, y quién sabe qué juegos va a traernos aún. Abracémoslo y dejad que el pixel art entre libremente en vuestro corazón.

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