21 de abril, 2015

Especial Failbetter Games

Sunless Sea
Failbetter Games
2015
exploración marina
digital
www.failbettergames.com/sunless/
Sunless Sea
Sunless Sea: Diario de a bordo (II)
10 de marzo

Hemos vuelto a Fallen London. Conseguimos revender las sphinxstones por una suma considerable. El Almirante también nos ha pagado bien por los informes recogidos de las islas del noreste. Toca descansar en la habitación del motel. No puedo, sin embargo, salir de noche, mezclarme con la gente que habita la ciudad y el puerto. No soy esa clase de persona. Mas hago un esfuerzo. Huelo la sal del aire, me deshago en la bebida y conozco a una mujer. Es una serie lógica de sucesos. A mi me lo parece.  Nos enamoramos. Creí que era demasiado viejo para estas cosas. Pero no puedo evitarlo. Quizá es que sea un romántico. Quizá por eso me levanto temprano la mañana siguiente y le prometo que volveré. Ella me sonríe. La mer nos espera de nuevo.

11 de marzo

Un hombre se me acerca en el puerto. Me dice que su jefes está buscando gente para comenzar un negocio. Tiene mala pinta y nunca lo llega a verbalizar, pero sé lo que trama. Contrabando. Introducir objetos a través del puerto que están prohibidos en la ciudad. Nunca me ha gustado la gente que viene con esos subterfugios y se sabe haciendo algo malo. Lo rechazo de la forma más cortés que puedo. Pese a ello, me dice que debería escuchar una buena oferta, no ser un tonto. Y que quizá, quién sabe, algo le pase a mi nave. Pero todo está bien. Sí, todo parece estar bien.

19 de marzo

Fallen London es el mejor lugar para abastecerse. El almirantazgo nos ha dado combustible por los informes recogidos y, además, en el puerto es muy barato conseguir tanto esto como suministros para mantener a raya el hambre. Esta vez nuestro objetivo es más ambicioso. Estamos navegando lejos. Hemos dejado ya atrás el oeste cercano a Fallen London y nos adentramos en un este aun inexplorado. Nos puede la emoción por tener las bodegas bien cargadas de carbón y comida. El navío desprende vapor, elevándose en la noche sin estrellas. No tememos a los dioses, no tememos a las criaturas marinas ni a los piratas. No tememos a la mer.

24 de marzo

Hemos llegado a Abbey Rock. Es un pedazo de roca con una escasa vegetación. No hubiésemos parado de no ser por las luces que vimos iluminadas en un gran edificio. Resultó ser un convento. Las monjas nos pidieron un poco de comida a cambio de guarecernos con ellas y curar los temores de nuestras almas. Aceptamos sin problemas. Calculé que nos llegaba de sobra para seguir navegando al este y, en caso de emergencia, virar de vuelta a puerto. Nos despedimos con cierto cariño. Todas ellas salieron a desearnos un buen viaje.

5 de abril

Nos han atacado en Wolf’s Rift. Un barco pirata detectó la posición del navío, mucho antes de que nosotros lo viéramos a él, y avanzó sin piedad. Pudimos defendernos sin problemas. Tuvimos que detenernos, encararlo y disparar. Sin embargo, no todo era tan sencillo. Teníamos que esperar un tiempo prudencial para que el disparo fuese lo más certero posible. Resultamos vencedores. Conseguimos recuperar algunos suministros del navío enemigo hundido. Sin embargo, nuestra nave no está en tan buen estado como cabría esperar.

20 de abril

Hemos llegado a una isla extraña. Tiene una especie de microclima tropical. Las palmeras y la vegetación crece por doquier, hasta la misma orilla de la playa. Nada más atracar, oímos los primeros chillidos. Son gritos animales, salvajes. Pero quien nos recibe solo tiene la apariencia de animal. Un símio, sobre sus dos patas traseras, se yergue ante mi. Nos saluda, algo suspicaz al principio. Mi sobriedad y gentileza ayudan a sobrellevar el momento. Acabamos ante su jefe, un ser parecido a un retrato de un gran noble, de cuando la tierra no estaba dominada por la mer, pero con unos rasgos simiescos. No ponen pegas a nuestra llegada, ni a nuestra estancia. Son amables, aunque no terminamos de fiarnos de ellos.

26 de abril

Seguimos en la isla. Ha sucedido un incidente relacionado con un baño en un lago, la desaparición de mis ropas y un mono pequeño que… Es mejor no relatar.

5 de mayo

Levantamos anclas, volvemos a salir hacia la gran mer. Ni me imagino el dinero que podremos conseguir con los informes aquí recogidos. Un lugar tan lejano, exótico y extravagante valdrá muchas monedas para el almirantazgo. No solo para ellos, sino que algún explorador advenedizo también querrá saber de su localización. Esto ayudará a potenciar aun más todos nuestros viajes. Hemos dado, sin duda alguna, con el lugar más peculiar de toda la mer. Y lo que nos queda por encontrar. Quién sabe qué más habrá allí, en el sur. O en el norte lejano.

20 de mayo

Miro, angustioso, el combustible restante. No tenemos un problema de suministros, nuestras barrigas están plenas, ni es el temor en los ojos de mis hombres lo que me preocupa. Nada de eso es relevante ahora. Lo más importante es la falta de combustible. He debido de calcular mal, no he estado atento al viaje de ida. La vuelta será un pesar. Una carga sobre mis hombros. ¿Qué pasará de no llegar? ¿Qué sucederá si nos quedamos vagando, empujados por la nada, ni viento ni mareas, en la mer?

1 de junio

Hemos atracado en una isla que se me antoja desierta. Quaker’s Heaven. Sin embargo, alguien hay. Nos cuenta extrañas historias sobre el lugar y sus cercanías. No consigo comprenderlas de todo. Me falta inteligencia y oído para ello. No puedo rellenar ni medio informe con lo que tengo. Nuestra parada, de todas formas, era para conseguir combustible. Fallen London está lejos, no conocemos el lugar en el que estamos y andamos extremadamente cortos. Pero no podemos hacer nada en ese lugar. No hay opción posible. Tenemos que levar anclas y seguir, abatidos.

8 de junio

Creo que, si entrecierro los ojos, puedo ver las luces de Fallen London. Ahora ya es tarde, ya todo da igual. Yo, mis camaradas, este barco, todos vagaremos a la deriva por la mer hasta que muramos de hambre o nos ataque alguna bestia marina. Quizá nos hundamos antes. Quizá, al no poder navegar, el barco decida dejar de flotar. No me arrepiento de nada. De ninguno de mis viajes, de ninguna de mis decisiones. He visto cosas maravillosas. He observado seres imposibles y lugares a los que ningún hombre había llegado antes. Puede que no fuese la mejor vida, ni la vida más plena. Puede que no fuese el más valiente, mas tampoco era un cobarde. He luchado y he vencido.

10 de junio

La derrota se acerca. Lanzamos al merciélago al aire, en busca de islas cercanas. Los resultados son desesperanzadores. Aparece en el mapa un terruño, un poco más allá. ¿Valdrá la pena acercarse? El combustible nos llega para una intentona más. A lo mejor ni siquiera llegamos allí. Bromeo con sacar unos remos imaginarios e ir remando hasta la orilla. Nadie se ríe. La decepción en sus caras es palpable. Ya nadie duerme, la comida no apetece. El susurro de la muerte está cerca. Los motes del barco tragan con una ferocidad nunca antes vista. Cada palada de combustible es un hálito de vida que se nos escapa. Necesaria para continuar, pero también para ser almacenada. Decidimos ignorar la isla y continuar.

12 de junio

Las pesadillas acumuladas en nuestros numerosos viajes florecen ahora. Creemos enfrentarnos a dioses. Vemos ojos gigantes que observan nuestro barco, ya sin salvación ninguna. Mi tripulación me observa. Yo, pese a todo, me sigo riendo. Me río de los dioses, de la mer, de la derrota y la perdida. Parece que eso insufla cierto valor a las gentes que me acompañan aquí. Pero es solo un espejismo momentáneo. Rápido se esfuma. Y vuelve los terrores nocturnos que asolan la mer. Me dicen que no debería burlarme de las bestias y criaturas submarinas. Esta situación es insostenible si ponemos, además, todos los indicios en nuestra contra. Siento que pierdo las fuerzas, que ya las he perdido hace mucho. Por suerte, he hecho las paces conmigo mismo. Espero que los demás también lo hayan hecho.

16 de junio

La mer… la bestia… el ojo abisal… El risco… La cima insondable. Inherentemente entrado en la zona de peligro donde la mer se confunde con el cielo con la costa con las luces de tierra a la vista y el merciélago me habla me dice que ya está que ya pasó todo que no corremos peligro que aquí estamos bien que descansemos ya. Pero… pero… el lugar lo veo lo diviso no podemos y queremos ¿quién eres tú? ¿qué haces aquí? Tan mojado, empapado, lleno de perdida y derrota. Soy yo. Soy yo. Solo era yo. Siempre fui yo.

Acerca de Diego Freire


Pequeño burgués posmoderno, cuyos placeres poco culpables son las películas de hostias con machos alfa, las novelas pulp con mujeres ligeras de ropa y quedarse en casa mientras la gente va a conciertos. Podéis leer más desvaríos del muchacho en su portfolio.

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