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Las armas no existen para el miedo

mayo 03, 2013

La primera vez —y última— que acongojado te presentas frente al espejo y recitas: un bloody mary, dos bloody mar… o te alisas el pelo con un peine de plata, a la espera de que una aparición te arrastre al limbo. Cuando se desliza la moneda o el vaso, y con una risa nerviosa sospechas de tus compañeros, presuntos culpables de trucar la ouija. Cuando escuchas atentamente la última grabación y descubres una psicofonía en la mansión abandonada, o sacrificas una gaviota y con su sangre escribes PSOE; Cada una de estas experiencias te conducen al peor sentimiento, aunque para mí uno de los más interesantes: el miedo.
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