15 de noviembre, 2013

The Stambley Parable
Galactic Café
2013
FPS
Mac OS X, Windows
www.stanleyparable.com

The Stanley Parable

Ahora vas a parar de leer esta crítica. Me harás caso y vas a apartar la mirada de la pantalla e irte a aprovechar el tiempo de otra forma. No haces lo que te digo. Debes confiar en mí, tienes que hacerlo. Sólo quiero lo mejor para ti y te digo que pares ahora. Sí, ya se que hay otras opciones, pero estarás mucho mejor si lo dejas aquí, en este mismo instante. Para, vamos. Hazlo ahora. Aquí no sirve de nada que presumas de poder de decisión. Puedes dejarte llevar. Déjate llevar por mí. Escúchame. Obedéceme: deja de leer. ¿No? Vaya, te pareces más a Stanley de lo que me imaginaba. Ya me lo advirtieron, pero yo, como tú, prefiero comprobar las cosas por mí misma.

El 27 de julio de 2011, una idea provocativa y diferente aterrizaba en forma de mod en la página ModDB, de la mano de un chico de Texas —hasta entonces desconocido— con un absorbente interés por demostrar que los videojuegos aún tenían mucho que dar de sí. Davey Wreden, a quien el anonimato le duró las dos semanas que tardó su mod en ser un éxito, hizo volar su imaginación y su talento, ofreciéndonos una primera versión de la parábola de un tal Stanley cuya fama aumentó igual de rápido que la de su autor.

Su mod The Stanley Parable era algo más que un juego: una pregunta convertida en videojuego dirigida a todo aquel que aceptara un reto que estuviera más allá de lo conocido. Wreden jugó con ellos, con todos. Les hizo enfadar, reír y pensar; fue capaz de plantear una nueva forma de jugar que estaba fuera del compás que marcaban, y marcan, los triple A y otros ojitos derechos del mercado. Fue, en resumen, la razón más obvia para comprender que su creación no podía quedarse ahí y que en su mano estaba el llegar más lejos y a más personas aún. Y vaya si lo hizo.

Poco más de dos años después, Davey Wreden vuelve a llamar a nuestra puerta, y esta vez venía acompañado por William Pugh. Juntos, bajo el nombre de Galactic Café, estos chicos nos quieren enseñar su fórmula mejorada, reformularnos su pregunta, introducirnos en su juego e invitarnos a que nos dejemos llevar. The Stanley Parable ha llegado a nosotros como standalone hace apenas unas semanas, y la palabra éxito se está dejando de utilizar para dar paso a la de revolución.

Es un alivio comprobar que para cada época siempre hay un grupo de excéntricos que embisten, desordenan, experimentan y hacen posible la evolución. De la misma manera que Hollywood en los 70 recuperó su fuerza perdida en una crisis interna gracias al cine alocado y fuera de lugar de Scorsese, Spielberg o Coppola; Wreden y The Stanley Parable han llegado al mundo del videojuego para cuestionar dónde está el límite entre la narrativa y la jugabilidad, para hacernos comprender que la fórmula que quieren hacernos creer que es única no es ni mucho menos una pequeña parte de lo que el videojuego puede darnos aún. Wreden es nuestro excéntrico, y tardará poco tiempo, no lo dudo, en pasar a formar parte de los genios de la historia.

En la era de las migas de pan, del juego dirigido y el discurso dictatorial, Wreden sigue el sendero que juegos como Portal empezaron a sugerir. Toma de ellos la posibilidad de tener cierta decisión dentro del juego y alrededor de esa posibilidad crea su obra, haciéndola protagonista. Nos permite elegir qué experimentar dentro de un mismo juego, decidir y tener voz y voto en nuestra propia partida (al menos aparentemente). The Stanley Parable nos engancha con un diseño minimalista, la cautivadora e irónica voz de Kevan Brighting y la supuesta promesa de un misterio que puede resolverse. El resto del videojuego corre de parte del jugador, de su resistencia y su curiosidad.

Entramos en la piel de Stanley, un trabajador alienado de sí mismo que trabaja en una compañía gris y vive de forma mecánica días y días, creyéndose feliz y viéndose (a nuestros ojos incomprensiblemente) realizado. Pero la vida de Stanley está a punto de cambiar. El susodicho sufre un contratiempo que hará que nada vuelva a ser como antes, momento en que recogeremos el testigo de la historia y y pasaremos decidir por él y por nosotros. Decidiremos qué clase de riesgos queremos tomar y hasta dónde seremos capaces de llegar. El entorno de Stanley, así como The Stanley Parable, pretende hacer en nuestras vidas una vez que le dejemos entrar en ella.

Multilinear, nihilista, objetivista… a la creación de Wreden se le atribuyen una larga lista de adjetivos; sin embargo, creo importante resaltar una característica en especial sobre todas las demás que se le han impuesto y se le pueden imponer al título, y esa es la de deconstructivista. Como en la literatura de Jacques Derrida, donde la polisemia se anteponía al canon imperante, el videojuego de Galactic Café trata de liberar al jugador de las cadenas del discurso y nos deja campar a nuestras anchas: nos permit elegir, investigar, equivocarnos, o más bien decidir si queremos pensar que estamos o no cometiendo una equivocación.

La finalidad de The Stanley Parable no confluye en la resolución de ningún puzle, sino en la de probar que el videojuego, como obra, puede avanzar mucho más de lo que lo hace y que puede hacer que los jugadores nos replanteemos nuestra manera de jugar. La finalidad de Wreden, a su vez, también se ha visto cumplida. Ha recibido el eco de millones de personas que ofrecían millones de sentidos lógicos a la pregunta al aire que era su juego. Uno a uno, hemos experimentado la parábola que Galactic Café nos ha ofrecido. Te invito a que abras tu mente, que juegues y te dejes jugar por The Stanley Parable, y te prometo que las reflexiones vendrán solas más tarde.

Hazme caso… o no.

Acerca de Ardny


Zurda en un mundo de diestros. El Twitter no es lo mío pero a veces lo utilizo para canalizar mi —normalmente abundante— furia reprimida y compartir canciones decentes (unas más que otras). Si tienes curiosidad estás invitado.

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