Sin excusa ni remisión, ese fenómeno español conocido como la caló (que poco o nada tiene que ver con temperaturas elevadas) ya está entre nosotros. Adiós calcetines largos, tardes con chimenea y sopa de pollo para comer. Hola insectos que-van-a-por-ti-porque-tú-eres-más-dulce-que-el-resto y calles en las que poder freír un huevo frito en el suelo a las tres de la tarde. Mis compañeros sureños me dirán que esto que cuento es una falacia, que allí la caló ya les había visitado antes de ser mainstream. A ellos les digo que el Norte es un lugar con sus propias reglas, y que son unos adorables hippies gafapasters. Y a ustedes, lectores, les digo que pongan el aire acondicionado, el ventilador o el abanico en modo manual y que echen un vistazo a este nuevo y excitante episodio de Diario del Desarrollador.

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