Mith

15 de mayo, 2013
Artículo indiespensable
Indiespensable
Intro: De lo retro y lo indie

Hablar de términos como «indie» o «mainstream» agota. No es que agote, es que hasta enfada. Se ha generado ya la metabroma sobre que distinguir entre indie y mainstream es ya muy mainstream. E incluso esa metabroma está siendo ya mainstream, a su vez. Y es que si quieres definir algo, y evitar la confusión, puedes acogerte a la literalidad, o a los matices.

Si escoges la literalidad se entra en la definición clásica de indie, que viene a ser eso del estudio independiente, con poco personal, poco dinero, etc. Que tampoco. Pero bueno. Y si nos acogemos al matiz, aquí en indie-o-rama tienen una preciosa página donde se le inunda al lector de todo aquello que pueda estar relacionado con el significado de la palabra. Pero claro, los matices son de cada uno, y aquí vengo yo a hablarles de lo que para mí supone lo retro, y lo indie.

Yo he venido a hablar de mi matiz

Aunque es evidente que ha habido una gruesa mejoría en el trato que a los aficionados al videojuego se nos dispone, muchas Ana Rosas siguen poniéndonos en nuestras manos sangrientas katanas, pensando que cuando cogemos un mando de consola entramos en el Nirvana de la Víscera. Bruselas sigue negándole al videojuego el matiz (de nuevo esa palabra) de lo cultural, y series como The Big Bang Theory (Chuck Lorre y Bill Prady, 2007) siguen ridiculizando el que varios amigos se peleen por conseguir una espada digital para luego venderla, a traición, por eBay. No obstante, la mejoría es clara, y pese a que la informática nació como algo muy minoritario, el que se le coja disfrute al teclado tonto ha ido metiéndose cada vez más en la cabeza de la gente.

Por ello, cada vez es mayor la cantidad de gente que comienza en esto del videojuego, pero aquellos que empezamos hace ya un tiempo vamos haciéndonos mayores, vamos tiñendo o no nuestras canas, vamos asfixiando nuestra rutina diaria con responsables quehaceres, y la nostalgia comienza cada vez más a manchar nuestros ropajes y nuestros movimientos.

Y es que, cómo no, pese a que por delante se nos pone un producto muy cuidado o muy vendido —aún sin haber generado ventas—, muy cinematográfico… la nostalgia nos coge y nos pega, y nos recuerda que no debemos olvidar nuestro pasado. Que está ahí, a nuestro alcance, ya sea acudiendo a algún evento retro o al emulador. Y haciendo eso recordamos lo que fuimos, y lo que somos. Y por eso a veces nos ponemos muy pedantes con los demás, porque a veces el tiempo te da respuestas. Yo jugaba al Streets of Rage (SEGA, 1991) con seis años y no he matado a nadie, Ana Rosa.

Lo retro no es sino el recuerdo de los comienzos. Nuestros primeros recuerdos. Al ser la informática tan niña, esta es la primera generación que es capaz de recordar, puesto que lo que nace es recordado con mayor intensidad al poco del nacimiento, mezclándose luego paulatinamente el recuerdo con la propia vida, que poco a poco se va estirando, ocupando lugar. Por ello, cuando acudimos a lo retro es para recordar lo que alguna vez fuimos, pero también lo que ya no es, ni, en parte, somos, porque se ha perdido. Por mucho que se reciclen algunos géneros, lo que no puede ser no puede ser, y además es injugable.

Y en el futuro lo que ahora consideramos retro no será sino una pequeña parte de la historia del videojuego, ese Pac-Man (Namco, 1980) o ese Arkanoid (Taito, 1986) que ahora programamos en las universidades como práctica, del que evocamos alguna sonrisa, perteneciendo más al museo, incluso, que al recuerdo. Qué negro asunto, ¿no? ¿Significa eso que se acabaron los shmup, la aventura gráfica? ¿Significa que en unas décadas todo eso desaparecerá? Pues no, porque aquí donde me leen, servidor piensa que lo retro ha sabido convertirte, rejuvenecer, solo que bajo otro nombre, así, de tapadillo, sin que nadie más pueda verlo o darse cuenta.

Lo retro ahora se llama indie

Así lo veo. Tal cual. Los juegos se nos van acumulando en la biblioteca de Steam, vamos comprando esos juegos baratos muy recomendados por nuestro entorno más indie. Esos Thomas Was Alone, esos Braid, esos Limbo. De todo. Y los comentarios suelen ser muy parecidos, alabando la jugabilidad, alabando la belleza, y alabando la música. Pero en bastantes casos estos juegos son, en realidad, muy cortos. Y sin embargo seguimos acudiendo a ellos, deslumbrados por su bonita apariencia. ¿Será posible que los indie sean en realidad graphic whores? Yo pienso que al sector alternativo se ha acercado mucha gente nueva, mucha gente joven que es capaz de entender que no todo lo que nos ofrecen las nuevas compañías tiene por qué ser lo mejor, gente que investiga y se hace sus deberes, descubriendo mundos más allá de Skyrim y Dunwall.

Pero también hay otro sector, el sector enfadado, hastiado, el que ha sido retro, el que ha jugado ya mucho, el que va estando ya para pocos trotes, para pocas horas. Ese sector quiere que el licor indie haya sido cuatro veces destilado. Quiere lo mejor. Y lo quiere ya. Tiene hambre. Mucha. Ya ha jugado a muchos emuladores, de los que nunca se cansará. Ya ha probado y recordado muchos gráficos antiguos, ya ha debatido mucho sobre la deplorable falta de suciedad del píxel perfecto. Quiere algo más. Quiere sensaciones. Eso es. Quiere que un juego le transmita algo. Puede ser la jugabilidad, que implemente algo, por increíble que resulte, no visto antes en ninguno de todos los videojuegos tocados anteriormente. Puede ser la belleza visual, evolucionada desde que ese jugador, de chico, aporreaba los mandos. O puede ser la historia, ese pequeño cuento que el narrador, más o menos presente, nos va contando poco a poco. O puede ser ese final, que no acabamos de comprender, o que creíamos comprender pero vimos que no, tras dedicarle un tiempo a averiguar detalles al respecto en nuestro foro particular.

El jugador retro tiene hambre. Y poco tiempo. Y saborea esas mágicas obras como lo que son, cortos pasatiempos en los que puede intentar atreverse a ignorar el hecho de que es muy difícil que algo ya le sorprenda, tanto tiempo le ha dedicado al videojuego.

«Intro», el concepto

Para mí lo retro y lo indie se fusiona, en una palabra impronunciable, para que no se convierta en mainstream. O en «intro», que es capaz de camuflar el significado que le doy por el del comando de la clásica aplicación. Es en general lo que huye ya de lo masivo, aprendida la lección. Lo que une el nacimiento con la madurez. Ese cigarrillo que nos fumamos a escondidas para que no nos vean nuestros padres, dándole esa calada como si fuera única, como si en realidad no hubiéramos ya realizado muchas, como si, a pesar de la tos que de vez en cuando nos viene, no fuéramos a seguir fumando y fumando, esperando siempre que la calada sea distinta, que nos enseñe un nuevo aroma, una nueva pose, una nueva voluta.

Lo indie es lo retro, y lo retro es lo indie. Y se entremezcla. Y se mezcla. Y hacen el amor, alabando uno la bellísima apariencia, la frescura de sus comentarios, lo subyugante de su conversación, e incluso la brevedad de su eficacia, alabando el otro su veteranía, su sabiduría, su conocimiento, su arruga bella, su vello arrugado, la carne ya no tan prieta que le sobresale por el costado. Indie y retro se fusionan combatiendo el plástico, la mercadotecnia, el altavoz y el tutorial, defendiendo el cartón, el consejo del colega, el susurro y la experiencia.

Acerca de Mith Deus Ex


Mith se dio cuenta un día de que le apasionaban los videojuegos, era diseñador web, y no le gustaba lo que veía en el sector. Así se creó @DeusMachinaEx. Artículos, entrevistas y ocurrencias surgidas desde la creatividad y la discrepancia. Busca la profundidad de la palabra.

  • View all posts by Mith Deus Ex
  • Blog
4 comentarios