02 de mayo, 2014

Retromadrid 2014
Artículo indiespensable
Indiespensable
RetroMadrid 2014: La AntiCrónica

Hemos salido vivos de la RetroMadrid 2014, y eso ya es motivo de alborozo. Con tantas retroemociones fuertes hemos llegado un poco más tarde al tema de las crónicas, y menos mal que las buenas gentes de RetroManiac se han currado una que se merece todas las lecturas y asentimientos de aprobación que le puedan dar: primera, segunda, y tercera parte. Poca broma con eso. Pero somos de esos poco acostumbrados a las hazañas, y aquellas en las que tomamos parte nos gusta dejar parte por escrito. He aquí los resultados. Se non è vero, è ben trovato.

—Hola.

—…

—¿Conoces el Teslagrad?

—No…

—¿Y el UnEpic? Mira, estamos vendiendo unos pack superespeciales con el Teslagrad y el UnEpic. Puedes ver el Teslagrad ahí, es muy bonito. Tenemos el Teslagrad con el UnEpic, más una chapa, unas gafas de pasta y un póster por 22 euros. Además, te regalamos un juego a mayores. Tres juegos por 22 euros. Solo estos dos ya valen diez euros. Y te llevas toda esta chatarrería.

—¿Los habéis hecho vosotros?

—No, nosotros no. Somos un magazine sobre videojuegos independientes. Este es español, lo hizo un chaval que esta por aquí. El otro es de un estudio nórdico, pero ese de ahí trabajo con ellos. Y todo esto es para ayudar a la web con el hospedaje.

—Ya, bueno, me doy una vuelta y lo pienso.

No lo volveríamos a ver, claro. Ahí radicaba todo. Era una apuesta hecha al cincuenta por ciento. Había quien volvía, había quien se iba con las manos llenas y había quien no volvía o, directamente, ni se paraba. No podía evitar sentirme contento con todo aquello que estábamos haciendo. Claro que mi alegría se debía a mi ignorancia. Sergio Ochoa, a mi lado, parecía mucho más preocupado. Peleaba por cada una de las ventas. Parecíamos esos señores de traje que protagonizan Salesman (Albert y David Maysles, 1969), documental donde se radiografía el sueño americano de cuatro vendedores de Biblias.

—Hola, ¿conoces Teslagrad?

—No.

—Mira, puedes verlo ahí. Es muy bonito. Y tiene una banda sonora genial. Es un rollo metroidvania con plataformas y bosses tradicionales. Está muy bien. Yo lo he jugado y me ha encantado. No he trabajado en él ni nada, te lo estoy diciendo de verdad. Lo estamos vendiendo con una chapa de estas, con este mono, unas gafas de pasta sin cristales y un póster. Mira, si te fijas, en el póster salen todos los protagonistas de los juegos independientes que tenemos aquí. Está el de Randal’s Monday, el de Dead Synchronicity, el de Nihilumbra, el propio Teslagrad… Todos, todos. Solo quince pavos. ¿Conoces Steam?

—Sí.

—Pues con esta tarjeta te damos un código de Steam y lo activas y lo puedes jugar. Todo esto, el juego, la chapa, las gafas y el póster, más un juego de regalo, por quince euros. Los dos juegos, la chapa, las gafas y el póster.

—Buff… Me doy una vuelta y lo pienso.

No tenía ni idea de qué pasaba a mí alrededor. De vez en cuando me daba una vuelta por la Nave 16 del Matadero, lugar en el que aun puedes oír como tu pie pisa el suelo ensangrentado. ¿Habría, acaso, competiciones más allá? ¿Todos esos monitores albergaban jugadores en potencia que caían rendidos ante su belleza de otra época? Y, la pregunta que me seguía mosqueando, ¿quiénes éramos nosotros para estar allí? Miraba por encima los puestos, lleno de todo tipo de consolas viejas, juegos en cajas por precios desorbitados y merchandising para atraer a los más consumistas.

—¿Sabes lo que me ha costado todo esto?

—Creo que no quiero saberlo.

—Con llegar a cubrir gastos me contento.

—Es la precariedad del indie, ¿no? ¿Seremos periodistas indie? Ninguno de nosotros es periodista ni pretende serlo. ¿Hay algo más independiente que eso? ¿Qué pensará la gente que viene aquí? Busca consolas retro, juegos viejos y se encuentra con todos estos desarrolladores independientes que quieren abrirse camino como haga falta. Asaltando su feria. Lo indie y lo retro se dan la mano. ¿Eso es una novedad? Parece que lo indie vuelve siempre a lo retro.

En algún momento me escapé para echar otro vistazo. Deambulaba esperando a que algo cambiase en un breve espacio de tiempo. Acabé en la exposición de Isi Cano: «De la pantalla al lienzo». Una reproducción exacta en lienzo de un pantallazo cualquiera de juegos como Day of the Tentacle, Sonic o Duck Hunt. Era una idea inteligentísima. Apuntar a la belleza de los juegos desde lo analógico, desde fuera. Alejarse lo más posible del medio, llegando hasta otro medio, para retratar lo bello de ambos. Decían que los videojuegos no eran arte. ¡Pues miren, incrédulos todos!

—Es un atrapaniños lo tuyo, eh.

—Es que es muy bonito. Y, claro, los ojos se les van hacia la pantalla.

—Ya hay un par de niños por ahí con las gafas de coña. Que al final los que pagan son los padres, ¿pero cómo le vas a decir que no al niño si se emperra? Además, que no tiene violencia, ni sangre. Que es muy para niños, vamos. Hay una generación ahí, de niños con padres que han jugado gran parte de su vida, en la que hay que tener esperanza. RetroMadrid lo sabe, por eso la entrada gratis para los menores de diez años.

Jugué un par de partidas a un Super Smash Bros. (HAL Laboratory, 1999) que había por allí perdido. Es probable que no haya tocado una Nintendo 64 en años. Es más probable aun si tenemos en cuenta lo extraño que me resultó el mando, lo perdido que estaba sujetando aquello. Había jugado media partida yo solo, lo suficiente como para saber qué hacía cada botón, cuando aparecieron tres adolescentes y me dijeron si podían unirse. Cómo negarme. Tengo miedo ahora de ponerme sentimental. Aquellos chavales de los que no recuerdo su cara, pero sí su desconcierto por no saber quién era quién o cómo se hacían los movimientos por todos conocidos.

¿Qué sentirían entonces todos esos niños que estaban descubriendo el Teslagrad por primera vez? ¿O ese crio que la cámara de Nivel Oculto registró en un momento de máximo flipe? ¿Sería una sensación parecida? Puede que ese Super Smash Bros., hace más de diez años, fuese uno de los primeros juegos que me habían enamorado de una forma arrebatadora. Sin conocer a Samus o a Capitán Falcon, no hacía falta para la diversión pura. ¡Que tengo 21 años escasos! ¡Que yo no existía cuando la mayoría de los ordenadores y consolas allí mostradas habían salido a la luz! Estaba más cerca del crío que se sorprende que del jugador vetusto que rememora.

—Vigílame esto, que me voy a dar una vuelta por aquí. No he visto nada de lo que hay.

—Yo me he dado una vuelta nada más entrar. Por allí están las tiendas de juegos retro y demás. Me sorprende que ahí al fondo hay toda una sección de recreativas arcade como las viejas. Hay un montón. No sabía que hubiese tanta demanda. Y por allí consolas viejas para jugar y exposiciones. Está todo muy bien, la verdad. Aunque no sé qué hay más allá.

—Están los de Videojuegos por Alimentos, que es una maravillosa iniciativa y la exposición de cuadros que deberías ver.

—¿Si ya sabías qué había por qué me has dejado hablar?

Hasta el día anterior no tenía ni idea de qué me iba a encontrar dentro de la Nave 16. Una vez allí, intenté que fuese distinto al resto, una verdadera experiencia, recoger sensaciones que luego pudiese plasmar aquí. Pero me era muy difícil. No podía salir del stand de indie-o-rama. Me sentía atraído hacía su interior. Sentarme, levantarme, dar una vuelta, volver siempre al principio. ¿A qué había ido?

Me preguntaba si todos esos desarrolladores independientes que me rodeaban se sentirían igual. Claro que ellos tenían un propósito bien claro. Esa era la diferencia, inasible pero real. ¿Cómo voy a acabar esto? ¿Qué crónica puede salir de alguien que no ha vivido una feria de RetroMadrid más que tras una mesa, intentando captar posibles compradores? La incertidumbre, el temor, también la pasión y las ganas puede que sean los principales motores de aquello que estaba haciendo toda esa gente allí reunida. Espero que se lo pasasen tan bien y disfrutasen tanto como disfrutamos nosotros intentando colar nuestra cacharrería a desconocidos. Con una sonrisa, con agradecimiento.

¿Ahora cómo voy a acabar esta crónica? ¿Tiene final? Pueden leer, por ejemplo, la de RetroManiac, extensa y completa (con su primera y segunda parte), si quieren saber qué había allí. Qué se pueden encontrar en una edición futura. Quizá esta crónica no vaya sobre cosas, sino sobre sentimientos. Precariedad indie, dije en un par de ocasiones. La precariedad llega a la crónica. ¡No hay nada que contar porque no vivimos en el mundo! Nos dedicamos a charlar, a jugar y a hacer texto. Este, de momento, termina aquí.

Acerca de Diego Freire


Pequeño burgués posmoderno, cuyos placeres poco culpables son las películas de hostias con machos alfa, las novelas pulp con mujeres ligeras de ropa y quedarse en casa mientras la gente va a conciertos. Podéis leer más desvaríos del muchacho en su portfolio.

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