23 de diciembre, 2014
GGOTY, el año de nuestras vidas

Me gustaría hablar de GOTYs. Sería feliz si pudiese ignorar a mi cabeza y usar mis tripas para denunciar downgrades. Alabar las mejoras en las animaciones del último juego de la saga. Pensar lo terrible que es ese retraso. Reírme con y de esos medios superficiales e inocuos. Quizá no me gusten los videojuegos. Cada vez lo tengo más claro. Nunca me gustaron.

Me resulta irrelevante todo eso. No puedo comprender cómo algo así podría chafarte la experiencia de jugar a un videojuego. Cuando son un crisol de personalidades, un resultado imposible de empeño, esfuerzo, obligación y trabajo que dan resultados malos, mediocres, buenos y fantásticos. Durante todo este 2014, estos comportamientos me han sacado cada vez más de quicio. Tenemos varias lunas colgando en nuestro cielo y cada uno apunta a la que quiere. Da igual si estamos mirándolas o miramos al dedo del que señala. Lo cierto es que todo me resulta trivial, banal. Me acaba hastiando. Porque tenemos un astro que se disfraza de luna, pero es un sol que quema y daña todo lo bello que podría haber en el cielo.

Y 2014 ha sido un año terrible. No por el último juego lleno de bugs y glitches, por los retrasos sonados de esos juegos, porque las consolas no vendieron lo que tenían que vender o los últimos Games Awards fueron aburridos e injustos con nuestro equipo. Ha sido el año del GGOTY: GamerGate Of The Year.

Recuerdo estar sentado en la terraza de un bar, en una playa en Galicia, con mi familia. Miraba el móvil como un poseso, no me podía creer lo que estaba leyendo. Alguien me llamó la atención. Quizá no. Lo cierto es que necesitaba sacarlo del sistema, así que empecé a contar lo que estaba leyendo. Zoe Quinn acababa de reventar esa cruzada contra la niebla que era el Gamergate. A partir de ahí, todo vino cuesta abajo.

Tengo la esperanza de que el día uno de enero de 2015 todo desaparezca. Se pase de moda, como las hombreras, las buddy movies o los arcade. Que nos imaginemos este año a punto de acabar como un momento horrible en el que vivir. Sobre todo si eres mujer. Sobre todo si te gustan los videojuegos. Sobre todo si quieres crear un cambio. Mientras, nosotros mirando todo aterrados, desde la barrera. Pero llegará 2015 y volveremos a la normalidad que teníamos en… no sé, 2010. Cuando todos jugábamos a los videojuegos, nadie era acosado, a nadie parecía importarle todos esos debates sobre la inclusión y el feminismo. Porque antes era así, ¿no?

Han pasado cosas buenas en este 2014, claro. Pero me cuesta encontrarlas. Puedo pensar en juegos como OlliOlli o Transistor, que me han gustado a rabiar. En toda la gente con la que he tenido oportunidad de hablar, enseñándome puntos de vista y reflexiones magnificas. Esos estudios pequeños haciendo juegos espectaculares de la nada. En general, un futuro prometedor, partiendo de un presente apasionante y lleno de estímulos para seguir haciendo lo que hacemos.

Pero mi cabeza vuelve al gamergate constantemente. En ese grupo de personas que se empeñan en amenazar a mujeres y a la gente que las apoya. Personas pequeñas, minúsculas, aterrorizadas por perder la única parcela de su vida que aun tiene algún sentido. A lo mejor ese es su motivo. Me gustaría saberlo. También reflexiono sobre toda la gente que ha comprado el discurso del GG. Bien porque les interesa para su narración personal, bien porque han sido engañados, como nos podría pasar a cualquiera.

Ojalá el gamer haya muerto para el uno de enero de 2015. Ese gamer adolescente eterno, enfrascado en triviales luchas por ver quién es mejor, quién sabe más, quién tiene más derecho a divertirse con lo que él decide que debe divertirse. Porque no nos podemos tragar más la falacia de que son solo videojuegos. O que todos estábamos bien hasta que han venido cuatro fulanas a desmontar nuestra realidad. No es tan fácil como mandarnos callar y darnos un par de consolas para distraernos del verdadero conflicto.

El año que viene seguiremos discutiendo porque esa compañía ha vuelto a sacar el mismo juego que el año pasado. Porque la conferencia de esa empresa ha sido aburrida. Porque el juego al que yo estoy jugando no se ve igual que el juego que enseñaron en aquel vídeo. Pero seguiremos tragando con el juego, la conferencia, la compañía y el vídeo. Y me he dado cuenta de que si eso es ser gamer, si es así como te tienen que gustar los videojuegos, seguiré sintiéndome incomodo cada vez que juego a un videojuego.

Acerca de Diego Freire


Pequeño burgués posmoderno, cuyos placeres poco culpables son las películas de hostias con machos alfa, las novelas pulp con mujeres ligeras de ropa y quedarse en casa mientras la gente va a conciertos. Podéis leer más desvaríos del muchacho en su portfolio.

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