01 de noviembre, 2014
Diario del desarrollador LXXXVI – Santa Compaña

Hoy habría sido festivo de no ser sábado, así que la gente aprieta fuerte sus puñitos y maldice hacia el cielo. La Santa Compaña ya no pasa porque, como un actor de cine mudo con voz de pito al que el cine sonoro le dio de lado, fue asesinada por la electricidad. En Galicia somos así, ya que durante siglos nuestro cordón umbilical con la civilización era un camino que ofrecía redención y milagros, lleno de pirados, fanáticos y pecadores.

Cartas del destino

«Y entonces, mientras miraba, curioso, me asaltó un nuevo terror; allá, entre los confusos picos que tenía a mi derecha, divisé una forma inmensa, negra, gigantesca. Comenzó a aumentar ante mis ojos. Tenía una enorme cabeza como de asno, con unas orejas gigantescas, y parecía mirar fijamente hacia la arena. Había algo en su actitud que parecía delatar una eterna vigilancia: como si defendiese este terrible lugar desde hacía incontables eternidades. Lentamente, el monstruo se me hizo más distinto; luego, súbitamente, mi mirada saltó de él a algo más lejano, arriba entre los riscos. Durante un largo minuto, me quedé aterrado. Me sentía extrañamente consciente de algo no del todo desconocido, de algo que se había agitado en el trasfondo de mi mente. El ser era negro, y tenía cuatro brazos grotescos. No se veía bien su semblante. En torno a su cuello descubrí varios objetos de color muy claro. Los detalles se fueron haciendo poco a poco más claros, y descubrí con un estremecimiento que eran calaveras. Mucho más abajo, su cuerpo tenía otro cinturón envolvente, menos oscuro sobre su tronco negro. Y mientras me esforzaba por saber qué era aquello, un recuerdo se deslizó en mi mente, y al punto, comprendí que se trataba de una monstruosa representación de Kali, la diosa de la muerte»

Hand of fate

Dan Marshall al aparato

«Entonces sonó un ligero golpe en la puerta de la biblioteca; pálido como un habitante de la tumba, entró un criado de puntillas. Había en sus ojos un violento terror y me habló con voz trémula, ronca, ahogada. ¿Qué dijo? Oí algunas frases entrecortadas. Hablaba de un salvaje grito que había turbado el silencio de la noche, de la servidumbre reunida para buscar el origen del sonido, y su voz cobró un tono espeluznante, nítido, cuando me habló, susurrando, de una tumba violada, de un cadáver desfigurado, sin mortaja y que aún respiraba, aún palpitaba, aún vivía»
The Swindle

Dead Synchronicity molaba, ya lo sabíamos

«Church, con las orejas gachas, se dejaba tocar. Louis lo sacó a la luz del sol y se sentó en la escalera de atrás. Entonces el gato trató de saltar al suelo, pero Louis le sujetó acariciándole. Ahora el corazón le trotaba acompasadamente.
Palpó suavemente el cuello del animal, recordando cómo le bailaba la cabeza la noche antes.
Ahora no encontró más que músculos y tendones firmes. Levantó a Church y le miró atentamente el hocico. Lo que vio le hizo dejar al gato al momento y cerrar los ojos cubriéndose la cara con una mano. Todo le daba vueltas y sentía una viva náusea, como la que te invade cuando has bebido mucho y estás a punto de vomitar.
Church tenía una costra de sangre seca en el hocico y dos briznas de plástico verde pegadas a sus largos bigotes. Fragmentos de la bolsa.»

Dead Synchronicity + Daedelic

Jugar es bien, con niños es mejor

«Aquella figura recortada contra la claridad del atardecer, recuerdo, me produjo dos emociones distintas, dos sobresaltos tajantemente diferenciados, que constituyeron una primera y una segunda sorpresa. La segunda consistió en la violenta conciencia del primer error: el hombre que veían mis ojos no era la persona que precipitadamente había supuesto. Entonces tuve una escabrosa visión que después de tantos años aún no estoy segura de trasmitir con toda su viveza. Un desconocido en un lugar solitario constituye un reconocido motivo de temor para una joven bien educada; y la figura que me encaraba -después de unos segundos estuve segura- no era nadie que yo conociera como tampoco era la persona que tenía en mi pensamiento. No la había visto en Harley Street y no la había visto en ninguna parte. Además, lo que era un tanto curioso, desde aquel instante y por el puro hecho de su presencia, el lugar se había vuelto desierto.»

Hybrid Play

Caminar por la nave

«Mi padre tenía los ojos abiertos, como si estuvieran mirando; no simplemente inexpresivos como lo estaban la primera vez, sino dilatados por el terror, abiertos al máximo. Eran unos ojos que habían intentado en vano romper la infernal oscuridad que encontraron a su alrededor. Los brazos ya no estaban estirados a ambos lados de su cuerpo, sino doblados como garras por encima de su cabeza, tenía las uñas prácticamente desgarradas al haber intentado arrancar y arañar inútilmente la madera que lo aprisionaba. Había manchas marrones esparcidas por todo el tejido blanco que cubría la mitad inferior del ataúd; eran manchas de sangre de sus dedos temblorosos».

Event[0]

Acerca de Diego Freire


Pequeño burgués posmoderno, cuyos placeres poco culpables son las películas de hostias con machos alfa, las novelas pulp con mujeres ligeras de ropa y quedarse en casa mientras la gente va a conciertos. Podéis leer más desvaríos del muchacho en su portfolio.

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