14 de abril, 2014
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El síndrome del triunfador

Para ser un triunfador debes trabajar sin descanso y ser apasionado, pero sin olvidarte de los tuyos y de ti mismo. Hay que dedicar un poco de tiempo a todo, el equilibrio es importante. Tienes que ser como una esponja y absorber todo conocimiento que se encuentre a tu alcance. Sé creativo, todos los días tienes que reinventarte, la tecnología avanza muy deprisa. Deberás ser valiente, enfrentarte a tus miedos, arriesgar. Estas simples cosas son las que marcan la diferencia entre el éxito y el fracaso absoluto. Y sin embargo, seguro que te identificas en mayor o menor medida con ello. Incluso tú, fracasado. Pero hubo un tiempo en el que eso de los winners y los losers quedaba relegado a las sitcoms americanas con empollones nerd y animadoras. ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué importa ahora?

Nuestros contactos en las redes sociales nos asedian con enlaces a charlas, artículos en revistas e infografías: los 7 pasos para hacer un juego exitoso, 10 consejos para triunfar, 5 características que definen a las grandes mentes creativas… Y los medios engrandecen aún más si cabe la figura de los triunfadores, gritando a garganta abierta los grandes nombres. Tanto es así que incluso a algunos les cuesta soportar el propio peso de su éxito.

La coerción social se magnifica en esta sociedad de la información. Ya no sólo cargas con la presión de tu familia y de tus amigos, ahora compites contra Gabe Newell, Notch, y los fundadores de Rovio (sean quienes sean). Da la sensación de que si no has creado una empresa multimillonaria antes de los 30 años has desperdiciado tu vida. Eres un fracasado, un perdedor más, vulgar como toda esa chusma.

¿Te has preguntado alguna vez por qué cuando lees una lista de las características que debes tener para triunfar te identificas con ellas? Es muy fácil identificarse con lo que hacemos todos los días. Todos trabajamos mucho durante toda nuestra vida (¡qué remedio!), tenemos buenas ideas, nos enfrentamos a nuestros miedos cuando toca, buscamos un equilibrio y aprendemos constantemente. Pero aún cuando todos seguimos esa hoja de ruta hacia la gloria, sólo unos pocos lo consiguen. ¿Por qué nos dan una y otra vez la monserga con lo mismo si no funciona?

Es el síndrome del triunfador: el propio éxito como prueba de la superioridad de lo cotidiano. Sólo por el hecho de haber llegado más lejos (o lo que uno considera más lejos), es que es mejor que el resto y lo merece. El sueño americano, la ley del más fuerte. Los demás quedan entonces como unos vagos, desinteresados y miedosos. No saben afrontar la vida con creatividad y entusiasmo, y por ello se pudren en su miseria de día a día, sin yates ni artículos en la Wikipedia sobre su vida.

Cuando una persona consigue un éxito desmesurado y analiza cómo lo ha hecho, siempre llega a la misma conclusión: Ya que ha trabajado muy duro, es el trabajo lo que cuenta. Ya que tuvo una idea feliz en un momento dado, es la creatividad lo que cuenta. Ya que se enfrentó a una situación desconocida para él, es la valentía y el tomar riesgos lo que marca la diferencia. Además, qué casualidad, coincide con todas las charlas a las que atendió sobre cómo triunfar.

Pero dudo mucho que Gabe Newell trabajase más horas que la tendera china que me vende las cervezas, y Notch no se arriesgó más que cualquier subsahariano que se lanza en una barcaza abarrotada para buscar un futuro mejor. Y aunque ese fuera el caso, ¿se arriesgaron 1.000 veces más? ¿Fueron 10.000 veces más creativos? Pues esas suelen ser las cifras que representan el abismo salarial.

Eres un fracasado, has tenido las mismas oportunidades que Will Wright y no veo tu nombre en un juego multimillonario. Qué se yo, parte de la culpa de este sentimiento de fracaso pudo tener su origen en ese estado del bienestar en el que muchos tuvimos la suerte de crecer, por encima de nuestras posibilidades, según dicen. Buena fue la bofetada de realidad que algunos nos llevamos hace unos pocos años: Crecimos en libertad, en aquellos tiempos de los tazos de Pokèmon y los Bollycaos con cromos de la liga, cuando todo era esperanzador y posible y nuestros abuelos se hartaban de repetirnos, mientras jugábamos a la Nintendo, que ellos no tenían nada cuando niños. Aprendimos que podíamos ser lo que quisiéramos: «¿Qué quieres ser, hijo, astronauta? Pues lo serás, sólo necesitas trabajar duro». Pero resultó que no era verdad. Al igual que Neo, más temprano unos y más tarde otros, tomamos la píldora roja para darnos cuenta de la horrible realidad: Que somos esclavos y lo seremos toda nuestra vida. Esclavos de nuestro trabajo y las facturas, de nuestras ilusiones de grandeza, de esa supuesta sociedad del bienestar que nos iba a conducir al éxito. Bienestar para unos pocos, Matrix para el resto, oculta tras el velo de los grandes logros que nos ponen delante de los ojos.

La dura verdad es que jamás triunfarás, no cómo las personas que ves en las revistas o en la tele. Es más probable que te toque la lotería, y aún en ese caso, estarás muy lejos de los modelos de vida que te restriegan por la cara. Acabamos con la cabeza tan llena de éxitos ajenos que nos olvidamos de con qué baremo medir el éxito personal. Lo mejor que se puede hacer es intentar ganarse a uno mismo en lugar de al vecino, y seguir los 5, 10 o 27 pasos para el éxito, no porque lo vayamos a conseguir, sino porque nos dan algo que hacer en lugar de lamentarnos. Y jugar a videojuegos, eso también.

Acerca de Enrique Hervás


Humano Nivel 32. Diseñador y Programador de videojuegos Nivel 6. De esos a los que sus padres prohibieron jugar a "las maquinitas" por estar demasiado enganchados. No sabían lo que les esperaba. Actualmente trabajo como Game Designer en Exient, e intento no olvidarme de mi pasado indie de Game Jams y jueguitos con Join2 Games

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