12 de febrero, 2014

The Banner Saga
Stoic Studio
2013
Estrategia por turnos
PC
www.stoicstudio.com

The Banner Saga

Es fácil abrir el cofre de los tópicos, darle la vuelta y dejar caer monstruos, héroes y espadas mágicas. Los ponemos sobre la mesa, los ordenamos aquí y allá… y ya tenemos nuestro juego de fantasía épica listo para lanzar al mercado, sea un RPG, un título de estrategia o lo que nos salga del alma en el momento. Pero lo que no es realmente tan sencillo es encontrar lo que yace en el interior del cofre, el ulterior hallazgo de Pandora. Algo como la esencia tras las Eddas y los kenningar que tan bien ha asimilado y adaptado para servir a su propósito The Banner Saga.

Stoic Studio no ha apostado por lo fácil en su debut. Puede que sí lo haya hecho en su mecánica: estamos ante un juego de estrategia al que inevitablemente se ha comparado con el celebérrimo XCOM, para alivio de los que necesitan un lugar de referencia al que aferrarse. Y se ha hilado fino en los combates, nada complacientes a veces, fáciles de entender pero suficientemente complejos y predispuestos a la adaptabilidad táctica como para satisfacer a cualquier aficionado al género. Sobre todo a los amantes de las emociones fuertes, que se encontrarán con un jefe final que hace ascender la curva de dificultad hasta la estratosfera y que nos deja exhaustos, agotados más allá de la pantalla… y con ganas de hincar el diente a las sucesivas entregas, lleguen cuando lleguen y King mediante.

Sin embargo, el pilar del juego no está en esos momentos de acción pura y dura. Ni siquiera vamos a irnos a la frase hecha, «lo importante es la historia». Tampoco. Lo importante en The Banner Saga es el tapiz. La forma en que se teje la trama, donde cada personaje es un hilo de la misma que puede o no cruzarse con los demás, al menos a simple vista, y que tendremos que manejar en virtud de la situación, aprendiendo a moldear nuestra ética y nuestra moral de la misma manera que nuestra táctica en la lucha. Si el juego no se corta un pelo a la hora de hacernos sangrar, tampoco lo hace al ponernos frente a decisiones críticas desde diferentes ángulos, en situaciones en las que no parece haber una respuesta correcta. Tal vez dejar morir de hambre a ese grupo desamparado en medio del páramo nos cree cierto remordimiento de conciencia o haga que nuestra hija nos mire con desagrado, pero nos servirá para gestionar adecuadamente las escasas viandas. Y es a esto a lo que debemos atender, a nuestro rol como líderes de clan, como actantes conscientes de tener mayor peso que esos secundarios que se quedan como el camino. Somos los hilos que sustentan el bordado; no importa si otros se deshilachan mientras la narración se mantenga en pie, legible y perdurable durante generaciones.

Si por algo se caracteriza la mitología nórdica (que no «vikinga»; desde aquí, un llamamiento a evitar este epíteto incorrecto cuando se hable de The Banner Saga) es por ser ominosa y desesperanzada. Estamos hablando de un corpus de historias en las que el fin del mundo ya está escrito; no es algo exclusivo, lo sabemos bien, pero sí condiciona significativamente cualquier tipo de narración, tanto las que conservamos desde la transmisión oral como desde la escrita. Las gestas son difíciles, y en ellas la amargura se entremezcla con la maravilla a partes iguales. La oscuridad está presente en cualquier camino; esos héroes que nos han llegado gracias a la pluma de Snorri Sturlson no son amables la mayoría de las veces, y no dudan en mostrarnos el doble filo de sus hachas desde lo literal y lo metafórico. Así sucede en The Banner Saga, magnífico trasunto de la épica nórdica, situado en mundo ficticio pero claramente referencial donde el sol, en torno al cual se dibuja el inicio de esa catástrofe largamente anunciada, el Ragnarök, se convierte en el comienzo de la desdicha, en el heraldo del cambio de los tiempos. El astro se ha detenido en el cielo, y con tan inusual fenómeno han llegado otros: criaturas oscuras sedientas de sangre que fuerzan a nuestros protagonistas a la huida hacia adelante, que retuercen y otorgan nuevos significados a las alianzas estratégicas entre reinos y clanes. Pero puede que haya algo más allá, otros hilos tras el tapiz… quizás otro tapiz detrás del que vemos. Porque, tal vez, esas terribles criaturas no representen el auténtico enemigo, y su repentino envite sea también un éxodo desesperado…

La supervivencia es la palabra clave en The Banner Saga, el concepto que lo tiñe todo. Esos momentos en que contemplamos el avance de nuestra caravana de un refugio a otro, en que vemos con angustia cómo descienden nuestras viandas y los integrantes del clan, cómo nuestras fuerzas menguan… son Edda pura y dura. Épica despojada de la benevolencia y el colorido con que se entiende tantas veces, hoy en día casi en exclusiva, en literatura o audiovisual. Héroes que cargan sobre sus espaldas el peso dejado por otros, no por elección sino por herencia, y que deben convertir la resignación en fortaleza y coraza. Y cubriéndolo todo como un sudario, el silencio de unos dioses ausentes, indolentes ante el sufrimiento pero presentes de forma recalcitrante en gigantescos monumentos aquí y allá; canciones de piedra que evocan nostalgias no vividas, que se pegan y encostran en el alma.


Entre los numerosos halagos en los que se ha deshecho la crítica hacia The Banner Saga, a veces se repite que es «una historia adulta». Si esta clase de valoración generalmente resulta torpe y laxa (pocas cosas hay más abstractas que la «adultez» como cumplido, y desde luego es un error convertirlo en sinónimo de «seriedad»), en un juego como éste todavía más. Podríamos decir que esa amargura que destila, el concepto de esperanza que hay que encontrar rebuscando entre las malas hierbas e hiriéndose las manos en el proceso, son en realidad los componentes que deberían guiar el tránsito hacia la edad adulta. The Banner Saga tal vez quedaría mejor enmarcado como historia iniciática, y por supuesto como un homenaje extraordinariamente certero a los ideales, las luces y las sombras que se entrelazan en las gestas nórdicas, cuyo concepto tendría que recuperarse más a menudo.

Acerca de Scullywen


Una especie de bundle friki con patas: videojuegos, rol, juegos de mesa con muchas piececitas de colores, ciencia ficción y fantasía a tutiplén, cómics, series de esas que no tienen audiencia y pueblan los sueños húmedos de Joss Whedon... También escribo cosas, y a veces lo hago con las manos. Y con un gato encima del teclado.

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